Nuestra relación con la comida real desde el principio…
Desde hace varios de cientos de años, el ser humano ha pasado de mirar las fases lunares para la siembra, estar pendiente de la cosecha por si depredadores o plagas decidían atacar sus plantaciones, recoger duramente la cosecha y en caso de necesitarlo, almacenarla en un sitio fresco o con algún método como la salmuera… por coger el coche, ir al super y coger de un estante un «producto» cultivado en una cadena (esto los más activos, los que no, simplemente se limitan ha hacer la compra online e incluso se la traen hasta casa). ¿Que beneficios ha tenido este cambio en nuestras vidas?.
Todo el proceso del alimento hasta llegar a nuestro plato ha variado mucho, y con ello también la forma en la que comemos. El esfuerzo se ha reducido tanto que no valoramos lo que comemos, ya que en caso de necesitar más, solo tenemos que volver a ir al super. Entre los beneficios podríamos decir, que gracias a la globalización, ahora podemos disfrutar de productos de todo el mundo en prácticamente cualquier estación del año.
Por otro lado, hemos perdido (desde mi punto de vista) en salud y estilo de vida, dejando el tema de procesados y ultraprocesados aparte (esto daría más para hablar que esta entrada….) la cuestión es que nuestros antepasados no tenían problemas relacionados con la obesidad porque el simple echo de comer, ya les requería mantener una vida activa: Planta la cosecha, cuida la cosecha, recoge, almacena… y después de todo este proceso llegaba a la mesa, por lo que ese tomate, patata o lo que fuera, después de 3 meses de trabajo, tenía un sabor increíble. Se disfrutaba la comida real y de temporada, porque sabían que solo podían comer tomate en verano y alcachofas en invierno.
Hoy en día comemos con la televisión delante y los ojos en móvil. No siendo conscientes ni de sabor, ni textura, ni tampoco de si estamos llenos o no, porque la mente no está centrada en la labor de comer… haciendo que descuidemos las cantidades ingeridas. Lo peor de todo no es eso, sino que al no centrarnos en comer, a las pocas horas y de forma inconsciente, nuestro cerebro nos pedirá alimentos de altamente palatables haciendo que comamos productos como chocolates, bollería…. todo porque el «interruptor» de «estoy comiendo» no se encendió como es debido.
Debido a este problema con la comida real, estos últimos tres años he podido empezar un pequeño proyecto personal de un huerto urbano, la cosa ha ido evolucionando desde la primera cosecha jejeje (aunque solo lo use entre los meses de primavera y principios de otoño). He podido disfrutar de la sensación de poder comer lo que trabajo en la tierra, además de ser una forma de pasar el tiempo y olvidarte de tus tareas. La satisfacción personal que obtienes al ver el resultado es enorme. Todavía soy muy novata y estoy haciendo pruebas de organización, de verduras… me gusta cambiar y probar cosas diferentes, llenar de color y alimentos diferentes el huerto, y como consecuencia, el plato.
Lo propuesto en este post, se complementa perfectamente con mi filosofía de consulta y que además aplico con los pacientes que me lo permiten. Aunque lo ideal sería volver a estos tiempos, hay que ser realistas y adaptarse a todo.
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